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Sucesión Apostólica

La sucesión apostólica ha sido un tema decisivo desde el siglo II, no como un mero dogma, sino como crucial para la preservación de la fe. Ciertos falsos maestros entraron en escena en ese momento insistiendo en que eran representantes autorizados de la Iglesia cristiana. Al reclamar la autoridad de Dios apelando a revelaciones especiales, algunos incluso estaban inventando linajes de maestros que supuestamente se remontaban a Cristo o los Apóstoles. En respuesta, la Iglesia primitiva insistió en que había un depósito apostólico autorizado transmitido de generación en generación. Detallaron ese linaje real, mostrando cómo su clero fue ordenado por los elegidos por los sucesores de los Apóstoles elegidos por Cristo mismo. (Vea la lista de primates de la Sede de Antioquía, desde el 45 d.C. hasta la actualidad).

La sucesión apostólica es un factor indispensable para preservar la unidad en la Iglesia. Aquellos en esa sucesión son responsables ante ella y son responsables de asegurar que toda la enseñanza y práctica en la Iglesia esté en consonancia con sus fundamentos apostólicos. La mera convicción personal de que la enseñanza de uno es correcta nunca puede considerarse prueba adecuada de precisión. Hoy en día, los críticos de la sucesión apostólica son aquellos que están fuera de esa sucesión histórica y buscan una identidad únicamente con la Iglesia primitiva. El creciente número de denominaciones en el mundo puede explicarse en gran medida debido al rechazo de la sucesión apostólica.

Sucesión Apostólica
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