Que debemos luchar con nuestras pasiones es un hecho. Todos los santos padres nos aconsejan que luchemos contra las pasiones, pero seguimos cometiendo los mismos pecados una y otra vez. A veces es porque nos hemos dejado caer en el hábito de someternos a las mismas pasiones una y otra vez. Robamos un artículo de la oficina y nos salimos con la nuestra, así que la próxima vez que pensamos que necesitamos un bolígrafo adicional, lo tomamos. Quizás tengamos veinte bolígrafos corporativos de este tipo en una taza grande, sobre el mostrador de nuestra cocina. ¿Los necesitamos todos o alguna vez usamos alguno de ellos? Sin embargo, el recuento continúa, porque nos hemos acostumbrado a sacarlos de la oficina.
¿Creemos que nuestro trabajo en un restaurante nos da derecho a sacar comida de contrabando al final de nuestro turno, y nuestro bajo salario nos hace excusar ese robo? ¿O quizás cambiamos un café a granel de alta gama por una bolsa de marca de tienda de gama baja, pagando tres dólares menos por libra de lo que deberíamos, porque podríamos salirse con la nuestra?
Tal vez nos demos cuenta de que hablamos mal de nuestro cónyuge o de nuestros hijos, incluso cuando no estamos enojados. O conducimos de manera agresiva, pensando que debemos adelantarnos a alguien que conduce al límite de velocidad, todo porque lo hemos estado haciendo en días laborales. Tal vez seamos verbalmente abusivos con nuestros empleados porque tenemos el poder para hacerlo, dada la economía (dónde van a trabajar, si no aquí).
Todos estos son ejemplos de comportamiento pecaminoso que pueden volverse habituales y deben abordarse directamente si alguna vez queremos liberarnos de nuestras pasiones. Podemos empezar devolviendo lentamente los bolígrafos a la oficina, de dos en dos, hasta que todos hayan sido devueltos. Podemos llegar temprano al trabajo del restaurante y quedarnos más allá de nuestro turno, pagando la comida robada con nuestras horas extra de servicio.
Podemos comprar un giro postal y devolverle a la tienda de comestibles de forma anónima la cantidad que les hemos robado a lo largo de los años. Podemos optar por conducir en el carril lento, todos los días, saliendo lo suficientemente temprano para reducir la tentación de conducir de manera agresiva. Podemos usar nuestro iPod para escuchar una charla del padre Thomas Hopko en Ancient Faith Radio, haciendo que el final del día sea un momento de reflexión espiritual, mientras conducimos en el carril lento.
Con amor en Cristo, abad Tryphon
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