Me preguntaba por qué ayunamos antes de la Natividad. El ayuno de Cuaresma parece más obvio. Además, ¿de qué alimentos ayunamos normalmente durante el ayuno de Natividad?
Ayunamos antes de la Gran Fiesta de la Natividad para prepararnos para la celebración del nacimiento de Nuestro Señor. Como en el caso de la Gran Cuaresma, el ayuno de Natividad es uno de preparación, durante el cual nos enfocamos en la venida del Salvador mediante el ayuno, la oración y la limosna.
Al ayunar, “cambiamos nuestro enfoque” de nosotros mismos a los demás, pasando menos tiempo preocupándonos por qué comer, cuándo comer, cuánto comer, etc. para usar nuestro tiempo en una mayor oración y en el cuidado de los pobres. Aprendemos a través del ayuno que podemos ganar control sobre cosas que a veces permitimos que nos controlen, y para muchas personas, la comida es un factor de control.
[¡Vivimos en la única sociedad en la que toda una cadena de televisión se dedica a la comida!] Sin embargo, mientras ayunamos de la comida, también se nos desafía a ayunar del pecado, del chisme, de los celos, de la ira y de esas otras cosas que, aunque está dentro de nuestro control, con demasiada frecuencia permitimos que nos controle.
Así como nos abstendríamos de comer mucho antes de ir a cenar a un restaurante bueno, si "arruinamos nuestro apetito" disfrutaremos menos del restaurante, así también ayunamos antes de la Natividad para festejar y celebrar la Natividad más plenamente.
Durante el ayuno de la Natividad, se nos pide que evitemos la carne, los lácteos, el pescado, el vino y el aceite de oliva. Al mismo tiempo, tenemos el desafío, dentro de este marco, de ayunar lo mejor que podamos y de hacerlo de manera consistente.
Si debemos modificar la medida en que ayunamos dentro de este marco, por supuesto es posible, pero en cada caso nuestro ayuno debe ser constante y regular, porque Cristo no ve el ayuno como una opción, sino como un "deber".
En Mateo, Cristo dice: "CUANDO ayunes, no seas como los hipócritas", no "SI ayunas" o "SI ELIGES ayunar".
Por último, parece bastante extraño que en nuestra sociedad, una sociedad en la que la gente gasta con alegría y libertad enormes sumas de dinero en dietas, la mayoría de las cuales recomiendan abstenerse de consumir carnes rojas y productos lácteos, el ayuno no sea más aceptado. Qué extraño que un consultor de un gurú de la dieta o un médico nos diga que nos abstengamos de comer carne, queso o mantequilla y que aceptemos con gusto su consejo y le paguemos grandes sumas de dinero, mientras que cuando la Iglesia ofrece lo mismo consejo [sin costo alguno”] tendemos a resistirnos, como si se nos pidiera que hiciéramos lo imposible.
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